lunes, 14 de marzo de 2022

Poesías de Amanda Patarca

 

¡Jacarandá!


-Dijo la flor celeste desde el suelo-.

Mi plaza reza y si florece llora.

Reza con Dios cuando se acerca al cielo,

llora con Él cuando en su suelo implora.


¡Qué hermosa está mi plaza colorida!

¡Qué extraña paz se asienta en su follaje!

El vibrar de una luz cerró mi herida.

Su azul-violáceo transformó el paisaje.


Todo es quietud; mil flores allá arriba

aplacando el fulgor de las retamas

me informan de la vida que se iba

desprendiendo capullos de sus ramas.


No saben de morir pero se mueren

renaciendo caídas sobre el suelo.

No saben de nacer pero sonríen

cuando me ofrecen duplicado el cielo.


Como lluvia de plumas sublevadas

desde donde está Dios caen y caen

para poder planear como ellas saben

entregando su vuelo a mi mirada.


Cuando el día se va, la plaza queda

semioculta detrás de su alegría.

Pero al volver, la luz de cada día

viste de azul lo que en la calle rueda.


¡Jacarandá! me dice mi alma en celo.

Tu plaza reza y si florece implora.

Reza con Dios cuando refleja el cielo

Ora con Él cuando su suelo llora.



YO NO QUISE AGREDIRTE 

(Soneto libre)


Fue mi madera la que el verdugo usó

-alegoría muda, enraizada-

cuando mi abrazo arrogante terminó

como una sombra negra agazapada.


Sabia seca y sangre coagulada

adheridas al hierro de los clavos

hoy le informan al mundo que hermanadas

reniegan de ese crimen poco claro.


Yo no ordené clavarte a mi madera

ni al terror por tu sangre derramada.

Del reino vegetal, y a pesar mío,


surgió la idea del servir inmóvil.

Yo no quise ser cruz, pensé ser cuna.

Cuna de Niño Dios, si me dejabas.



OTOÑO EN BUENOS AIRES (Alejandrino)


Si es propio de los pueblos pintarse de colores,

volverse fluorescentes, despertar sensaciones,

exaltar su paisaje con cuentos de amadores

para quedar prendidos sin más explicaciones…


Si en Italia su ocre me transportó a otro tiempo:

Al de aquellos cristianos que por Jesús morían

cuando a la lex romana la propalaba el viento

y en el gran Coliseo los césares reían...


Si París es plateado, lo supe en primavera

recorriendo sus calles hasta que amanecía…

Si a Londres vi colmado de bronces y maderas

mientras en sus tejados el sol languidecía…


Si toda España es blanca; blanca como su suerte

gritando que no engendra ninguna anomalía

-pues sus mujeres ríen y sus hombres son fuertes-

demostrándole al mundo que no hay melancolía…


Yo añoro a Buenos Aires invadido de otoño,

mientras lucha el verano tratando de durar.

La imagino arrogante rodeada de retoños,

con colores brillantes que tienden a cegar.


Lo que sucede es simple, se explica de algún modo:

En su otoño he vivido cuando empecé a crecer,

cuando, siempre, asombrada lo preguntaba todo.

Yo creo que su otoño debiera florecer.

 

 

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