¡Jacarandá!
-Dijo la flor celeste desde el suelo-.
Mi plaza reza y si florece llora.
Reza con Dios cuando se acerca al
cielo,
llora con Él cuando en su suelo
implora.
¡Qué hermosa está mi plaza colorida!
¡Qué extraña paz se asienta en su
follaje!
El vibrar de una luz cerró mi
herida.
Su azul-violáceo transformó el
paisaje.
Todo es quietud; mil flores allá arriba
aplacando el fulgor de las
retamas
me informan de la vida que se iba
desprendiendo capullos de sus
ramas.
No saben de morir pero se mueren
renaciendo caídas sobre el suelo.
No saben de nacer pero sonríen
cuando me ofrecen duplicado el
cielo.
Como lluvia de plumas sublevadas
desde donde está Dios caen y caen
para poder planear como ellas
saben
entregando su vuelo a mi mirada.
Cuando el día se va, la plaza queda
semioculta detrás de su alegría.
Pero al volver, la luz de cada
día
viste de azul lo que en la calle
rueda.
¡Jacarandá! me dice mi alma en celo.
Tu plaza reza y si florece
implora.
Reza con Dios cuando refleja el
cielo
Ora con Él cuando su suelo llora.
YO NO QUISE AGREDIRTE
(Soneto
libre)
Fue mi madera la que el verdugo usó
-alegoría muda, enraizada-
cuando mi abrazo arrogante
terminó
como una sombra negra agazapada.
Sabia seca y sangre coagulada
adheridas al hierro de los clavos
hoy le informan al mundo que
hermanadas
reniegan de ese crimen poco
claro.
Yo no ordené clavarte a mi madera
ni al terror por tu sangre
derramada.
Del reino vegetal, y a pesar mío,
surgió la idea del servir inmóvil.
Yo no quise ser cruz, pensé ser
cuna.
Cuna de Niño Dios, si me dejabas.
OTOÑO EN BUENOS AIRES
(Alejandrino)
Si es propio de los pueblos
pintarse de colores,
volverse fluorescentes, despertar
sensaciones,
exaltar su paisaje con cuentos de
amadores
para quedar prendidos sin más
explicaciones…
Si en Italia su ocre me transportó a otro tiempo:
Al de aquellos cristianos que por
Jesús morían
cuando a la lex romana la
propalaba el viento
y en el gran Coliseo los césares
reían...
Si París es plateado, lo supe en primavera
recorriendo sus calles hasta que
amanecía…
Si a Londres vi colmado de
bronces y maderas
mientras en sus tejados el sol
languidecía…
Si toda España es blanca; blanca como su suerte
gritando que no engendra ninguna
anomalía
-pues sus mujeres ríen y sus
hombres son fuertes-
demostrándole al mundo que no hay
melancolía…
Yo añoro a Buenos Aires invadido de otoño,
mientras lucha el verano tratando
de durar.
La imagino arrogante rodeada de
retoños,
con colores brillantes que
tienden a cegar.
Lo que sucede es simple, se explica de algún modo:
En su otoño he vivido cuando
empecé a crecer,
cuando, siempre, asombrada lo
preguntaba todo.
Yo creo que su otoño debiera
florecer.
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