martes, 20 de septiembre de 2011

Carta del mes de septiembre del 1er. Vicepresidente Ernesto Soler



Ernesto Soler




1 de septiembre del 2011
Amigos:

Una vez más estoy en contacto con ustedes, los que me esperan, aquellas personas que sin habernos estrechados las manos, sin conocernos, han abierto sus corazones y de una forma muy sutil hemos compartidos ideas provechosas, pensamientos que ayudan a la reflexión. Las palabras van y viene, pero, las que se escriben perduran, sean estas buenas o malas, causen un efecto negativo o positivo. Dichas con una buena intensión, se siembra y germina un fruto.
Es cierto que no todas las palabras pueden ser asimiladas como un alago o una ayuda a mejorar. Tal vez en un momento en que nos encontremos ofuscados, no veamos el valor de una palabra dicha y después meditemos y logramos recapacitar sobre lo hecho o dicho. O tal vez, en alguna ocasión decimos algo que no es apropiado y nos tildan de entrometidos. Nadie es perfecto y nuestra tendencia humana es errar. Si no sabemos poner un freno a nuestras palabras e irreflexivamente dejamos escapar de nuestras bocas expresiones maliciosas que no dejan ningún tipo de beneficio, podríamos estar perjudicando a otros.
En una charla ociosa nos podemos referirnos a otra persona que no está presente y comentamos sobre sus debilidades, los fracasos, los triunfos, tal vez cosas que son notorias, pero no estamos autorizados a decir. Nuestras expresiones vuelan con el viento y pueden hacerse dañinas. El hablar de otros puede convertirse en ‘chisme’ y una persona ‘chismosa’ es la que rebosa de palabras en cualquier tipo de comentario. Hay quienes opinan que si se ponen de relieve las faltas y errores de otros, se disimulan los defectos propios. Otros se valen del chisme para ser más populares.
Con frecuencia, el chisme no denota malicia, sino más bien indiscreción. Sin importar los motivos que haya detrás, el chisme es una espada de dos filos. Por un lado, puede provocar daño irreparable al nombre y la reputación de otra persona y no siempre es cierto el comentario. Cuando esparcimos un rumor sin fundamento somos partícipes de una mentira. La línea que separa el hablar de otros y del chisme puede ser engañosamente fina; por eso pensemos antes de hablar o escribir lo que pensamos.
Dice un proverbio que ‘En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente’.
Nosotros los que sentimos deleite en la escritura, trasmitimos la esencia de nuestra imagen y no estamos haciendo necesariamente un auto retrato. Cuando escribimos, damos una muestra de lo que somos como personas, de lo que sentimos y de lo somos capaces de hacer. Con nuestras palabras construyamos puentes que unan y ganaremos nuevas amistades, mientas conservamos a nuestros amigos.

Hasta la próxima
Ernesto Soler
1er Vicepresidente
The Cove/Rincon Internacional

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