viernes, 3 de febrero de 2012

Exposición de Pinturas de Celia Pecini- "Iluminando el interior desalojando los miedos"





Por Dr. Hector Rubio




Los títulos, antojadizos, han sido colocados por la artista post factum, cuando la pintura había sido ya consumada. Son la gentileza de la pintora hacia el espectador, un ceder a la tradición sí, pero también un gesto de conciliación con su público. Es que el arte de Celia Pecini busca ante todo comunicar, responde a una necesidad de trasmitir.
¿Trasmitir qué? Ante todo, su interioridad, su mundo de adentro, sutiles vivencias, recuerdos de infancia esfumados, los fantasmas, los miedos, las obsesiones. Como una manera de apaciguarlos, las figuras en el cuadro se despliegan casi sin profundidad, fijadas en la superficie. A esta deliberada planimetría (que sólo en algunos cuadros como “Retrato” da lugar a algo de volumen), le corresponde un tratamiento gozoso del color, el cual, sin embargo, renuncia pudorosamente al empaste. El color proclama su protagonismo, está ahí por el mismo. Esto no permite, a veces, detectar cuán importante es el trazo, cuánto el dibujo controla el todo, reparte las figuras en el lienzo, subraya o posterga.
En casi todos los cuadros la figura humana se hace presente. A veces, metamorfoseada por la seducción que para la artista ejercen las zoomorfías, otras veces bajo la apariencia de miembros desmembrados o vaciados de una intensidad expresionista. Embrujo de las manos, obsesión de los pies, son los rostros y los ojos en ellos que retienen forzadamente la mirada del espectador. En el afán de atrapar lo esencial, las formas tienden hacia la abstracción. Respondiendo al libre juego de las asociaciones imaginarias, el conjunto produce un efecto surreal, pero los detalles y las particularidades permanecen ligados con perseverancia a la deformación de un expresionismo personal.














































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